jueves, 3 de julio de 2008

Cuestión de vista

Hace cinco minutos entré en mi oficina, un pequeño cubículo compartido en el semi-sótano de un edificio del centro de la ciudad donde trabajamos, apoyados por una vieja y casi obsoleta computadora, dos fotógrafos, pero ese no es el punto de este relato.

Diez minutos atrás caminaba por la acera de enfrente del edificio, hurgando, como siempre, ya sea por diversión, morbo o curiosidad entre los rostros de la gente que me rodea, y fue justo ahí donde la vi; ella era una más entre el gentío, su mirada no me hubiese llamado la atención a no ser por esa pizca de infelicidad rara a su edad, unos 20 años, tiene la piel maltratada por la tierra y el sol, su hija en brazos, de unos tres años, viste en color rojo, y una tela que se aprecia es más antigua que la misma madre.

La seguí un corto trecho con la mirada y la perdí al poco, oculta entre la interminable hilera de personas que van y vienen alas distintas dependencias gubernamentales. No se quien sea, pero creo conozco su historia, es estudiante, sin duda alguien que le dedica un tiempo a la lectura por lo menos de los diarios, de no ser por eso no tendría el gesto inconforme de las personas que, por conocer lo que pasa en su entorno, van siempre molestas contra el sistema.


Su nombre debe ser algo común pero a la vez especial, tal vez se llame Silvia... no, no lo creo, más bien debe ser Rosa, y su hija quizá , Susana. Tienen poco en la ciudad, lo se porque aún se asombran con los grandes edificios y se asustan un poco ante la ferocidad de la estampida de automóviles que tienen frente a ellas, vienen de paso, a penas les entreguen el apoyo alimentario para la niña partirán con rumbo desconocido y volverán a la vida del campo, esa que siempre ha sido su rutina...

No importa mucho la verdad, son solo dos personas más, como muchas otras, ignoradas por la masa orgánica que serpentea por los arroyos de asfalto sin voltear a ver lo que la rodea... si mañana (o tal vez esta tarde) desaparecieran, nadie se daría por enterado.

2 comentarios:

Liz López C. dijo...

Chismoso... y algo amarillista... es todo lo que tengo que decir.

¿Quién es el cachorro del imperio ahora?
¿¿¿Tus ideales se han quedado tan sólo en el nombre de tu jefe???

ps. gracias por los $40... en realidad no los quería pero reflexioné que si me regresaba sola pues mínimo deberían pagarme el estacionamiento

Liz López C. dijo...

come caca... readmitido al msn :P