lunes, 1 de septiembre de 2008

Con dos camas vacías

Con Dos Camas Vacías

Ni tú bordas pañuelos, ni yo rompo contratos.
Ni yo mato por celos, ni tú mueres por mí.
Y antes de que me quieras como se quiere a un gato,
me largo con cualquiera que se parezca a ti.

De par en par te abro las puertas que me cierras.
Me cuentan que el olvido no te sienta tan mal.
La paz que has elegido es peor que mi guerra.
Lo que pudo haber sido... . lo que nunca será.

Que en cambio nunca supe ir a favor del viento,
que muerde las esquinas de esta ciudad impía.
Pobre aprendiz de brujo que escucha el firmamento,
desde un hotel de lujo, con dos camas vacías.


¿Quién hará mi trabajo debajo de tu falda?.
La boca que era mía ¿de qué boca será?
El roto de tu ombligo ya no me da la espalda,
cuando pierdo contigo las ganas de ganar.


Como pago al contado, nunca me falta un beso.
Siempre que me confieso, me doy la absolución.
Ya no cierro los bares, ni hago tantos excesos.
Cada vez son más tristes las canciones de amor.


Aunque nunca me cayo, guardo un par de secretos.
Lo digo de hombre a hombre, de mujer a mujer.
Ni me caso con nadie, ni me pongo amuletos.
Por no tener, no tengo ni edad de merecer.


Maldita sea la tinta que empapa mis papeles.
Maldita la tercera persona del plural.
Las uñas que se clavan, ahí, donde más duele,
si se te corre el rimel, cuando me haces llorar.



Texto: Joaquín Sabina

Foto: Henri Cartier-Bresson