jueves, 31 de julio de 2008

Conversación casual

- Amor, tengo que decirte algo...
- sí, dime
- estoy embarazada...
- ¿de quién?
- de ti
- bueno, pero es que yo no estoy preparado para ser padre y pues, tu sabes que la situación no está muy bien y...
- entonces, ¿qué pretendes que haga?
- no se, piérdelo
- no, mejor me voy con mi madre...

Ella da un paso al frente y se lanza al vacío. Él contempla su caída, recoge sus cosas y camina hacia su casa, al fin y al cabo se está haciendo tarde y aún hay asuntos por atender.

miércoles, 23 de julio de 2008

Encuentros y desencuentros

Llevo varios días pensando muy seriamente en porque ocurren los encuentros, a diario se presentan, vas por la calle y cruzas la mirada con alguien, vas al banco y alguien te atiende; en la escuela todos los días puedes encontrarte con un espécimen distinto de la raza humana o de cualquier otra.

En eso precisamente me hallaba ayer. Haciendo, como de costumbre, apuntes en mi pequeña libreta de taquigrafía (lo confieso, es un vicio difícil de erradicar) cuando el colectivo se detuvo en una esquina cualquiera de esta ciudad sin nombre. La puerta se abrió y entró por ella una mujer joven, de unos 19. Vestía pantalón de mezclilla deslavado, blusa blanca entallada y un chaleco gris de tela escolar ajustado a su cintura, al principio no me llamó mucho la atención, aunque es algo fuera de lo común que alguien como ella aborde el colectivo en ese lugar.

Fue entonces cuando noté algo entre sus manos, lo normal seria que trajera una bolsa de mano, uno mochila o algo por el estilo, sin embargo, solamente cargaba consigo un teléfono móvil color plata, un bolígrafo con publicidad de no se qué empresa y una libreta de taquigrafía, seguramente es secretaria pensé; pero unos instantes después, ya acomodada en su butaca, tomó su bolígrafo y comenzó a escribir. Desde mi asiento, una fila hacia atrás y en el pasillo de enfrente, podía ver con claridad lo que garabateaba sobre el papel, eran versos de autores conocidos, mezclados con pensamientos y apuntes sobre lo que había a su alrededor.

Es de noche, y su mirada viaja intermitentemente entre el cuaderno de notas y la ventana del sucio colectivo. A pesar de sus pequeños ojos se intuye observadora y perspicaz. Entre sus apuntes destacan olores, unas cuantas palabras y conceptos inconexos de la mano de versos de Sabines y Lorca entre otros que por desconocimiento no se decir suyos o de alguien más.

Mientras la observo escribir, y también tomó notas sobre lo que ella escribe, es extraño, siento como si estuviera reviviendo un momento pasado de mi vida. Un año atrás, yo comencé con esta fiebre de apuntar detalles sobre casi todo lo que me pasaba, que la fecha no ha pasado, y quizás yo mismo fui observado otras tantas veces por alguien más con la misma enfermedad que yo. Casi llega el momento de bajarme de aquí. De pronto ella voltea, nuestras miradas se cruzan y ella se da cuenta de que está siendo objeto de mi observación, no se inmuta, sonríe brevemente y vuelve a su cuaderno como si a su vez ella me observara a mí, tal vez soy el siguiente en su lista de apunte, ha recorrido a todos los pasajeros menos a mí, pues voy casi exactamente detrás de ella.

Por fin me levanto de mi butaca con la firme sensación de estar siendo observado, paso por delante de ella sólo por curiosidad, toco el timbre, el colectivo se detiene, la puerta se abre delante de mí mientras observo, siempre con el rabillo del ojo, el frenético garabateo de ella, desciendo, espero un poco en la esquina, ella voltea, sonríe y vuelve a su cuaderno.


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¿Cómo es un "gatonejo"?, ¿será a caso un gato con instintos reproductivos/alimenticios de conejo?

lunes, 7 de julio de 2008

Asuntos Pendientes

Tres de la mañana en punto, ya es lunes, y el tercer día consecutivo que despierto a la misma hora... el repentino insomnio durará unos veinte minutos (justo como las veces anteriores). El sueño también era parecido, al menos había entre ellos similitudes: la misma persona; aún no sé quién es ni qué desea, pero me está comenzando a desesperar.

Afuera llueve, no puedo salir a dar una vuelta como los días anteriores, además tengo que trabajar mañana temprano, por lo menos los episodios anteriores se dieron durante el fin de semana, me entretengo un rato viendo al techo, pero me aburre al poco, las imágenes confusas del sueño recién concluido vuelan por la habitación y entran de pronto a mi cabeza, con suficiente rapidez para solo crear un sólo fotograma, nunca una historia, una secuencia o al menos una escena, son sólo fotografías aisladas.

Una chica de mi edad, postrada en una cama con gente alrededor, entre los que observan, yo, se le ve feliz, habla de algo y todos prestamos atención; una calle de camellón amplio y arbolado, evidentemente no es Monterrey, quizás Guadalajara, por el paisaje y las placas de los autos, que por cierto son muchos, yo tomo una fotografía; continuación del anterior, estoy procesando la imagen en una lap top, sentado en la banca de una plaza cercana (lo intuyo por el ambiente, no lo sé de cierto), entre el gentío de la fotografía tomada, de nuevo ella, volteando hacia mí, su pelo vuela en dirección contraria frenado por la inercia.

Han pasado ya veinte minutos, esperaba estar dormido para este momento pero Morfeo se niega a complacer mis caprichos, afuera la lluvia sigue y mi vecina de enfrente discute con uno de sus muchos amantes ocasionales, quizás por un pago injusto. En mi habitación siguen rondando los espíritus de los recuerdos del sueño, entrando y saliendo, al azar y uno a uno, a mi cabeza y de ella sin quedarse más de lo que dura un instante, de seguir así en pocos días habré perdido la cordura, o tal vez la perdí hace tiempo y a tal grado que no he logrado darme cuenta de ello. Parpadeo un par de veces y ya estoy dormido, sin razón aparente.

Al cabo de unas horas me despierta el sonido de la televisión que ha encendido automáticamente una hora atrás, voy tarde, me arreglo apresuradamente preparo un café (negro y bien cargado, por favor), recojo mi cámara que he dejado sobre la mesa la noche anterior y salgo corriendo para alcanzar al taxi que habra de recogerme en el teatro cercano a mi casa. Recorro las calles con desgano mientras recuerdo los rasgos de aquella mujer que me persiguió por la noche, de vez en vez voy dando ojeadas (siempre breves sin por ello ser someras) al gentío que me rodea, buscando unos labios, un cabello, una mirada, cualquier cosa que me indique que se trata de ella, voy en el taxi, cámara en mano, retratando a quien se parece en algo a ella...

Al final del día no encuentro a nadie y me decido a olvidarla y volver a dormir...

De nuevo las tres de la mañana y la historia se repite... espero algún día salir de la espiral. algo me llama en el estudio, miro el retrato colgado a mi derecha, una foto en blanco y negro a 8 X 10 pulgadas, prueba de tiempos de una impresión mayor y ahí está, en mi pasado, no en mi futuro, solo hay un problema... la mujer de la foto no existe, son realmente tres, quizá cuatro, superpuestas por la mano del fotógrafo. La búsqueda sigue, y espero un día encontrarla y hablar con ella.

jueves, 3 de julio de 2008

Cuestión de vista

Hace cinco minutos entré en mi oficina, un pequeño cubículo compartido en el semi-sótano de un edificio del centro de la ciudad donde trabajamos, apoyados por una vieja y casi obsoleta computadora, dos fotógrafos, pero ese no es el punto de este relato.

Diez minutos atrás caminaba por la acera de enfrente del edificio, hurgando, como siempre, ya sea por diversión, morbo o curiosidad entre los rostros de la gente que me rodea, y fue justo ahí donde la vi; ella era una más entre el gentío, su mirada no me hubiese llamado la atención a no ser por esa pizca de infelicidad rara a su edad, unos 20 años, tiene la piel maltratada por la tierra y el sol, su hija en brazos, de unos tres años, viste en color rojo, y una tela que se aprecia es más antigua que la misma madre.

La seguí un corto trecho con la mirada y la perdí al poco, oculta entre la interminable hilera de personas que van y vienen alas distintas dependencias gubernamentales. No se quien sea, pero creo conozco su historia, es estudiante, sin duda alguien que le dedica un tiempo a la lectura por lo menos de los diarios, de no ser por eso no tendría el gesto inconforme de las personas que, por conocer lo que pasa en su entorno, van siempre molestas contra el sistema.


Su nombre debe ser algo común pero a la vez especial, tal vez se llame Silvia... no, no lo creo, más bien debe ser Rosa, y su hija quizá , Susana. Tienen poco en la ciudad, lo se porque aún se asombran con los grandes edificios y se asustan un poco ante la ferocidad de la estampida de automóviles que tienen frente a ellas, vienen de paso, a penas les entreguen el apoyo alimentario para la niña partirán con rumbo desconocido y volverán a la vida del campo, esa que siempre ha sido su rutina...

No importa mucho la verdad, son solo dos personas más, como muchas otras, ignoradas por la masa orgánica que serpentea por los arroyos de asfalto sin voltear a ver lo que la rodea... si mañana (o tal vez esta tarde) desaparecieran, nadie se daría por enterado.